BEIRUT (Reuters) - Siria se encuentra al borde de una guerra civil abierta que podría ser catastrófica para todo Oriente Próximo, dijeron el jueves potencias occidentales, al tiempo que pidieron a Rusia que deje de apoyar al presidente Bashar el Asad y lo presione para que ponga fin al derramamiento de sangre en su país.
Mientras los rebeldes piden al enviado internacional Kofi Annan que declare el fin de su plan de paz propuesto, liberándolos así de su compromiso con la tregua no respetada, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, dijo que la perspectiva de una creciente violencia supone un peligro "terrible".
"Una guerra civil en un país que estará dividido por el sectarismo podría luego transformarse en una guerra de poder en la región porque, recuerden, existe un Irán muy implicado en Siria", dijo Clinton durante un viaje a Copenhague donde instó a Moscú a aumentar la presión sobre Asad.
Rusia, al igual que China, ha vetado dos resoluciones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que pedían acciones más duras contra Damasco, reiterando sus esperanzas de que el plan de Annan pueda generar una solución política. Washington calificó un envío de armas rusa a Siria de "reprensible" aunque no ilegal.
"Los rusos nos siguen diciendo que quieren hacer todo lo posible para evitar una guerra civil porque creen que la violencia sería catastrófica", dijo Clinton.
"Creo que están ayudando de facto al régimen a mantenerse en momentos en que deberían estar trabajando por una transición política", añadió.
El ministro británico de Asuntos Exteriores, William Hague, dijo que Siria se encamina a una "guerra civil o a condiciones de colapso". La Unión Europea analiza nuevas sanciones contra Damasco, añadió, y exhortó a otras naciones a presionar a Asad.
Una violenta ofensiva contra un levantamiento masivo pacífico que comenzó 14 meses atrás se convirtió en un conflicto armado entre las fuerzas del Gobierno, dominado por la minoría alauí de Asad, y los rebeldes en gran parte de la mayoría suní.
Damasco afirma que los rebeldes tienen el apoyo de estados del golfo Pérsico gobernados por suníes temerosos de la creciente influencia en la región del principal aliado de Siria, Irán, de población chií.
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